sábado, 3 de abril de 2010

La Mordaza

...y aun hoy sentimos vergüenza de contarlo. Seguimos teniendo el sentimiento de culpabilidad. Nos miran raro: algo habrá hecho para que la traten así…seguro que es una mujer difícil. Y eso lo complica todo más si cabe. Porque tenemos que recurrir a ayuda de todas clases, la mayoría de las veces con deficiencias económicas, y lo hacemos en voz baja...para que todo sea confidencial. Para que solo se entere el funcionario que nos atiende y rezando para que lo que cuentas jamás salga de aquella habitación. Claro que nunca he permitido que mi vida sea pública. Mi madre me enseñó esa clase de pudor y es su enseñanza mejor guardada. Pero, me pregunto aquí, en el primer sitio donde lo hago público, aunque no de la cara, aunque solo unos pocos amigos puedan leerme, si compartir esta experiencia, aunque sea solo de pasada, puede ayudar a entender que estas cosas ocurren mas a menudo de lo que pensamos. En cualquier estrato social. A cualquier edad. En cualquier lugar del mundo. 
Y ese es el debate que quiero abrir. No sobre mi experiencia personal. Sino sobre el modo de erradicar este asunto de la faz de la tierra. Una tierra donde todos los seres tengamos los mismos derechos no solo en la calle, sino sobre todo, dentro de nuestras casas. Un mundo en el que esta clase de problemas se convierta en el problema de todos. Donde nadie de la espalda al sufrimiento de nadie. Donde no hagan falta imágenes de catástrofes o de gente abandonada en la calle para sacudir nuestras conciencias.
 Llevo mucho tiempo dándole vueltas a este tema. Veo que por muchas mujeres que hablen en los medios, la cosa no solo sigue igual, sino que ya salen muchas voces alzándose en contra de este movimiento que trata de liberar a tantas mujeres y niños. Llegan los reaccionarios que reivindican el perfil de la mujer maltratadora. Una cosa es una cosa, señores. Tiranos y tiranas ha habido y habrá siempre. No tenemos que ir más lejos de nuestros lugares de trabajo. De lo que yo hablo, es de una cultura. Una cultura que ya no cuadra con el tiempo en que vivimos y que se ha pasado de padres a hijos a lo largo de toda una historia. Una cultura que, trabajando en la educación de las nuevas generaciones podemos y debemos erradicar. Y es aquí donde me planto y digo que algo tendré que hacer...Por este blog empiezo. No se hasta donde llegaré. Nunca he tenido una lucha concreta en mi vida. Solo miro, comparo e intento aprender. Y las guerras se convierten en una sola, porque se lucha contra un modo de ver la vida, de entender el amor y el respeto y la tolerancia. 
Contarlo. Quizá este sea el último paso hasta lograr la liberación y el perdón. Perdonarte a ti misma porque no supiste ayudarle a cambiar, cuando ni siquiera el mejor psicólogo puede hacerlo. Perdonarte a ti misma por esperar a que todo volviera a ser como antes mientras tu hijo sufría. Perdonarte a ti misma que te hayas convertido en una piltrafa poco a poco, sin darte cuenta. Perdonarle a él porque jamás será una persona completa. Y aunque mereciera condena, ¿cómo se ha de castigar a un loco? Estar atentos a lo que haga de ahora en adelante a otras mujeres. En primer lugar, a mi hija. Conseguiré perdonarle solo en la medida en la que compruebe cada fin de semana que nada de esto tiene que ver con mi niña. Y esa vigilancia no me deja dormir.
Aunque te hayas alejado físicamente de él, aún mucho tiempo después sus palabras retumban en tu mente. Acabaste por creerte que la loca eras tú. Acabaste por aceptar el sentimiento impuesto de culpabilidad. Y sientes vergüenza de que la gente lo sepa. Y miedo al rechazo. Solo cuando has comprendido tu problema, solo cuando logras quitarte la venda de los ojos, solo entonces serás capaz de hablarlo en voz alta por primera vez. Pero no a los cuatro  vientos, no. No te atreves a denunciarle en público: en su familia, en su trabajo, en todo su entorno social. Si no llega a matarte, jamás nadie sabrá quien es el realmente.
El ejemplo más gráfico que se me ocurre para quien lea esto pueda ponerse en el lugar de la mujer maltratada y entender por un instante lo que es el miedo,  es el sonido de sus llaves al llegar…terror. ¿Cómo llegará hoy? ¿Saludará? ¿Buscará una excusa para gritar o empujarte? Atentos todos de no hacer nada que le pueda molestar y alterar su ánimo. Callar y mentir para no provocar, porque más de una vez te ha mostrado su puño en tu cara. Provocar significa solo decir lo que piensas. Pero tú ya no tienes derecho a pensar. Solo tienes que obedecer. Nada de quejas.
En mi caso, supe ver a tiempo y salí huyendo. El puño nunca llegó a rozarme. Pero cuando el puño al final llega a tocar tu cuerpo, es muy probable que ya no seas ni la mitad de la persona que eras. Ya han anulado tu mente, ahora intentarán anular tu cuerpo, estropearlo aún mas de lo que tu falta de apetito, tu insomnio, tu tensión arterial, tus migrañas, tus ojeras, tu desidia en el cuidado personal, lo han hecho. Y cuando se den cuenta de que a pesar de todo sigues viva, intentarán romperlo hasta la muerte.

                                                
El no quiere ver y por eso te amordaza

Intentas razonar con el su problema y te llama loca. Es tu nuevo yugo, por eso tú no logras entender como tu perfecto compañero se ha convertido en tu peor enemigo. Se acabaron las flores, las canciones de amor, los paseos por el monte, los abrazos espontáneos, las caricias que aliviaban tus jaquecas después de un duro día de trabajo, los planes para el futuro. Al contrario, el cada día se vuelve más exigente. Cada día disfruta más con tu sometimiento, porque este es proporcional a su cobardía. Al subidón de su ego que le hace sentirse cada día mas macho mientras tu eres cada dia menos persona. Llegará un momento en que ni siquiera sirvas para la cama. Y además de los insultos y las amenazas, llegará el desprecio. Sufrir en silencio.
           No hay violencia fisica sin violencia psicológica. Y ninguna de las dos es tolerable. Solo porque la segunda no deje marcas visibles, no quiere decir que no deje secuelas muy profundas que no todas las mujeres podrán superar. Solo las mujeres con gran voluntad, bien preparadas y que anteriormente hayan tenido una vida independiente lo harán. A fuerza de trabajo mental, luchando contra los miedos de todos los humanos más los añadidos por esta vivencia y a base de buscar toda la valentía para recuperar la confianza en el amor. Un nuevo amor auténtico nos ayudará a que las heridas sanen aún más pronto. Porque aunque lo rehuyamos, aunque después de esta horrible experiencia fabriquemos un escudo anti-amor, en el fondo sabemos que no todos los hombres son iguales. Que hay hombres maravillosos que nos necesitan y nos están esperando. 







Sprinter



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