miércoles, 21 de abril de 2010

El equilibrio del Yin-Yang

¿En qué momento de la historia de la raza humana dejó la mujer de ser mujer para convertirse en sierva del hombre? ¿En qué momento el espíritu de la mujer y el hombre se separaron, de modo que el yin-yan perdió su equilibrio?
Cuanto miedo se acumuló en el hombre hacia la mujer, para convencerse a si mismo de que la única manera de defenderse contra ella era someterla. Y sin embargo, llegados a estas alturas, muchas mujeres siguen sin comprender que para recuperar su lugar no necesita adoptar el papel del hombre. Igual que muchos hombres siguen sin querer ver que la debilidad de la mujer es precisamente su fortaleza. Lo maravilloso del ser humano y de su diversidad, es precisamente la oportunidad que ésta nos brinda para complementarnos. El trabajo en equipo es la única forma en que podemos avanzar como raza. Mientras no adoptemos este principio, mientras no exista un respeto auténtico y sincero entre los sexos, mientras no se perdonen siglos y siglos de intolerancia y desprecio, jamás seremos una raza completa. Y ningún gurú que hable del cambio de la consciencia humana hacia un desarrollo espiritual más amplio debería obviar este punto. Hasta que este escollo no se salve y empecemos a trabajar juntos, hombres y mujeres, no avanzaremos de ninguna de las maneras.



         He aquí el trabajo, el esfuerzo y la voluntad de los dos polos.
La mujer debería recuperar todos los dones y virtudes de los que se le proveyó cuando fue creada. Olvidar los complejos. Reconocerse a sí misma. Reencontrar los valores que le fueron robados por obra y gracia de la fuerza bruta y con los que este mundo hubiera caminado por otra senda. Abandonar el papel de víctima y enfrentarse a la realidad de que este mundo nos necesita más que nunca tal como fuimos. No tener miedo de la responsabilidad que ello significa. Tener el coraje de caer en el vacío si es necesario para buscarse. Para reencontrarse con esa magia que la hizo imprescindible en el desarrollo del vínculo espiritual con esta tierra. Y jamás intentar compararse al hombre. 
Al igual que comparar religiones, razas y culturas no es el camino para hallar la tolerancia, tampoco lo es medirnos día a día entre hombres y mujeres. Comparándonos no conseguiremos aceptar nuestras diferencias. Puesto que somos raza, pero somos distintos. Y en esa diferencia estriba nuestra riqueza y nuestra fuerza.
         El hombre tiene que enterrar el miedo de una vez por todas. Las mujeres jamás fuimos el enemigo. Someternos fue un error. Reprimirnos solo consiguió generar odio, desconfianza y más miedo. Destinados a amarnos, el odio se presenta al mas mínimo atisbo de dominación. El hombre no necesita comprender esos puntos densos, sublimes, inciertos, que tiene la mujer y que su razón jamás conseguirá aplicar a una ecuación. Sólo necesita aceptar que la mujer es madre. Y que como madre, su misión es cuidar a sus hijos. Ninguna madre en sus cabales haría daño a un hijo. Dejarse querer. Dejarse mimar. Dejarse llevar por nuestro instinto. Aceptar que las emociones, el sentimiento y la intuición, son tan necesarios como la lógica o la razón.
         Ni siquiera se trata de ponerse en el lugar del otro. Practicar el rol del otro no servirá de nada. Cada polo tiene su misión, su razón de ser.
         Se trata simplemente de caminar juntos. Fundir nuestras capacidades para empezar a avanzar. Como un equipo, con una sola mirada, saber cuando uno le tiene que ceder el paso al otro para construir el día a día. Y poco a poco, cambiar el futuro.
         Este es el principio, a mi modo de ver, para que podamos confiar en un mañana diferente. Si el cambio es posible, éste debe empezar aquí.


Sprinter






miércoles, 7 de abril de 2010

Recordatorio a la Sabiduría


Carta de un nativo americano al hombre blanco.
Jefe indio Noah Sealth, 1854

 ¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor 
de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas ¿Cómo podrían ustedes comprarlos? Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de rocío en los oscuros bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus 
paseos por las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esa bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y así mismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello cuando el Gran Jefe 
de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino, también, representa la sangre de nuestros antepasados. Si le vendemos nuestra tierra deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con la que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos.

Tampoco le importa, tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o piedras de colores. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola visita de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizá sea por que el piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar como se abren las hojas de los árboles en primavera o como aletean los insectos.

Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido solo parece insultar nuestros oídos. Y después de todo, ¿para que sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras no las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque?. Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento, la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al olor. Pero si les vendemos nuestras tierras, deben recordar que el aire nos es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a 
nuestros abuelos el primer soplo de vida también recibe sus últimos suspiros.

Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas. Por ello, consideramos su oferta de comprar nuestras tierras y si decidimos aceptarla yo pondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudrirse en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el búfalo, al que nosotros solo matamos para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que suceda a los animales también le sucederá al hombre, todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra esta enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre; y que todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a si mismos.

Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos: todo va enlazado, como la sangre que une una familia. Todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él solo es un hijo. Lo que hace con la trama se los hace a si mismo.

Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de todo quizá seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra algún día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece, lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es así. El es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él, y si se dañase provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminaran hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de Dios sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.

¿Donde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia. 




domingo, 4 de abril de 2010

No olvides el sentido de mis palabras
No olvides mi historia
No olvides mi sufrimiento
No olvides que tengo el corazón roto
Tengo tristeza de amor
Y a pesar de todo
Me siento obligada a cantar la vida
Sé que sabes que en el fondo el amor es loco
Sé que eres el molino de mi corazón
Ahora me siento como un pequeño pájaro que ha caído de su nido
Si. Me he perdido 
Pero es mi destino
Solo el destino quiere que me escuches
Pero con un gran silencio
     Sólo el destino me pide que sonría.

sábado, 3 de abril de 2010

El Buscador

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día nuestro Buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó Kammir a lo lejos, pero un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. Estaba rodeaba por completo por una especie de valla pequeña de madera lustrada, y una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El Buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como por azar entre los árboles. Dejó que sus ojos, que eran los de un buscador, pasearan por el lugar... y quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción. “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, y sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… 

Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Al acercarse a leerla, descifró: “Lamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. 

El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

- No, ningún familiar – dijo el buscador - Pero... ¿qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de niños?

El anciano cuidador sonrió y dijo: 

"Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré... Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de entonces, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana, dos? ¿tres semanas y media? Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?

¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿y el casamiento de los amigos? ¿y el viaje más deseado? ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones? ¿horas? ¿días?…

Así vamos anotando en la libreta cada momento, cada gozo, cada sentimiento pleno e intenso... y cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ése es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido."

Jorge Bucay



La Mordaza

...y aun hoy sentimos vergüenza de contarlo. Seguimos teniendo el sentimiento de culpabilidad. Nos miran raro: algo habrá hecho para que la traten así…seguro que es una mujer difícil. Y eso lo complica todo más si cabe. Porque tenemos que recurrir a ayuda de todas clases, la mayoría de las veces con deficiencias económicas, y lo hacemos en voz baja...para que todo sea confidencial. Para que solo se entere el funcionario que nos atiende y rezando para que lo que cuentas jamás salga de aquella habitación. Claro que nunca he permitido que mi vida sea pública. Mi madre me enseñó esa clase de pudor y es su enseñanza mejor guardada. Pero, me pregunto aquí, en el primer sitio donde lo hago público, aunque no de la cara, aunque solo unos pocos amigos puedan leerme, si compartir esta experiencia, aunque sea solo de pasada, puede ayudar a entender que estas cosas ocurren mas a menudo de lo que pensamos. En cualquier estrato social. A cualquier edad. En cualquier lugar del mundo. 
Y ese es el debate que quiero abrir. No sobre mi experiencia personal. Sino sobre el modo de erradicar este asunto de la faz de la tierra. Una tierra donde todos los seres tengamos los mismos derechos no solo en la calle, sino sobre todo, dentro de nuestras casas. Un mundo en el que esta clase de problemas se convierta en el problema de todos. Donde nadie de la espalda al sufrimiento de nadie. Donde no hagan falta imágenes de catástrofes o de gente abandonada en la calle para sacudir nuestras conciencias.
 Llevo mucho tiempo dándole vueltas a este tema. Veo que por muchas mujeres que hablen en los medios, la cosa no solo sigue igual, sino que ya salen muchas voces alzándose en contra de este movimiento que trata de liberar a tantas mujeres y niños. Llegan los reaccionarios que reivindican el perfil de la mujer maltratadora. Una cosa es una cosa, señores. Tiranos y tiranas ha habido y habrá siempre. No tenemos que ir más lejos de nuestros lugares de trabajo. De lo que yo hablo, es de una cultura. Una cultura que ya no cuadra con el tiempo en que vivimos y que se ha pasado de padres a hijos a lo largo de toda una historia. Una cultura que, trabajando en la educación de las nuevas generaciones podemos y debemos erradicar. Y es aquí donde me planto y digo que algo tendré que hacer...Por este blog empiezo. No se hasta donde llegaré. Nunca he tenido una lucha concreta en mi vida. Solo miro, comparo e intento aprender. Y las guerras se convierten en una sola, porque se lucha contra un modo de ver la vida, de entender el amor y el respeto y la tolerancia. 
Contarlo. Quizá este sea el último paso hasta lograr la liberación y el perdón. Perdonarte a ti misma porque no supiste ayudarle a cambiar, cuando ni siquiera el mejor psicólogo puede hacerlo. Perdonarte a ti misma por esperar a que todo volviera a ser como antes mientras tu hijo sufría. Perdonarte a ti misma que te hayas convertido en una piltrafa poco a poco, sin darte cuenta. Perdonarle a él porque jamás será una persona completa. Y aunque mereciera condena, ¿cómo se ha de castigar a un loco? Estar atentos a lo que haga de ahora en adelante a otras mujeres. En primer lugar, a mi hija. Conseguiré perdonarle solo en la medida en la que compruebe cada fin de semana que nada de esto tiene que ver con mi niña. Y esa vigilancia no me deja dormir.
Aunque te hayas alejado físicamente de él, aún mucho tiempo después sus palabras retumban en tu mente. Acabaste por creerte que la loca eras tú. Acabaste por aceptar el sentimiento impuesto de culpabilidad. Y sientes vergüenza de que la gente lo sepa. Y miedo al rechazo. Solo cuando has comprendido tu problema, solo cuando logras quitarte la venda de los ojos, solo entonces serás capaz de hablarlo en voz alta por primera vez. Pero no a los cuatro  vientos, no. No te atreves a denunciarle en público: en su familia, en su trabajo, en todo su entorno social. Si no llega a matarte, jamás nadie sabrá quien es el realmente.
El ejemplo más gráfico que se me ocurre para quien lea esto pueda ponerse en el lugar de la mujer maltratada y entender por un instante lo que es el miedo,  es el sonido de sus llaves al llegar…terror. ¿Cómo llegará hoy? ¿Saludará? ¿Buscará una excusa para gritar o empujarte? Atentos todos de no hacer nada que le pueda molestar y alterar su ánimo. Callar y mentir para no provocar, porque más de una vez te ha mostrado su puño en tu cara. Provocar significa solo decir lo que piensas. Pero tú ya no tienes derecho a pensar. Solo tienes que obedecer. Nada de quejas.
En mi caso, supe ver a tiempo y salí huyendo. El puño nunca llegó a rozarme. Pero cuando el puño al final llega a tocar tu cuerpo, es muy probable que ya no seas ni la mitad de la persona que eras. Ya han anulado tu mente, ahora intentarán anular tu cuerpo, estropearlo aún mas de lo que tu falta de apetito, tu insomnio, tu tensión arterial, tus migrañas, tus ojeras, tu desidia en el cuidado personal, lo han hecho. Y cuando se den cuenta de que a pesar de todo sigues viva, intentarán romperlo hasta la muerte.

                                                
El no quiere ver y por eso te amordaza

Intentas razonar con el su problema y te llama loca. Es tu nuevo yugo, por eso tú no logras entender como tu perfecto compañero se ha convertido en tu peor enemigo. Se acabaron las flores, las canciones de amor, los paseos por el monte, los abrazos espontáneos, las caricias que aliviaban tus jaquecas después de un duro día de trabajo, los planes para el futuro. Al contrario, el cada día se vuelve más exigente. Cada día disfruta más con tu sometimiento, porque este es proporcional a su cobardía. Al subidón de su ego que le hace sentirse cada día mas macho mientras tu eres cada dia menos persona. Llegará un momento en que ni siquiera sirvas para la cama. Y además de los insultos y las amenazas, llegará el desprecio. Sufrir en silencio.
           No hay violencia fisica sin violencia psicológica. Y ninguna de las dos es tolerable. Solo porque la segunda no deje marcas visibles, no quiere decir que no deje secuelas muy profundas que no todas las mujeres podrán superar. Solo las mujeres con gran voluntad, bien preparadas y que anteriormente hayan tenido una vida independiente lo harán. A fuerza de trabajo mental, luchando contra los miedos de todos los humanos más los añadidos por esta vivencia y a base de buscar toda la valentía para recuperar la confianza en el amor. Un nuevo amor auténtico nos ayudará a que las heridas sanen aún más pronto. Porque aunque lo rehuyamos, aunque después de esta horrible experiencia fabriquemos un escudo anti-amor, en el fondo sabemos que no todos los hombres son iguales. Que hay hombres maravillosos que nos necesitan y nos están esperando. 







Sprinter



jueves, 1 de abril de 2010

El Guerrero




Daría lo que fuera por poder desnudarme por completo…no a cachitos…ver el todo. Hay tantas cosas que reparar…¿por donde empezar? Prioridades. Esa es la trampa. Porque al final, las prioridades son las mismas que tenia el hombre de las cavernas. Estaba tan ocupado en sobrevivir, que apenas tenia tiempo para analizarse a si mismo, su entorno, sus seres queridos, sus enemigos.
         Y henos aquí, después de tantos siglos, haciendo exactamente lo mismo que hemos hecho siempre: sobrevivir. Porque, ¿que es vivir realmente? ¿Conseguir la armonía de espíritu? La armonía no es lineal. Como nada en esta vida. Todo es un continuo sube y baja. Entonces, si todo sube y baja, algunos dirán que la solución está en dejarse llevar por las olas, otros en cambio, pensarán que alineando los sentimientos y las sensaciones, viviendo en plano, las olas no les afectarán.
         Difícil dejarse llevar por las olas. No suele ser un mar tranquilo la mayoría de las veces. Hay tempestades. Equivocado vivir una vida plana, escudados en las formas, en los principios sociales, demasiado simple y peligroso al final. Podemos perdernos para siempre.
         Desnudarme, si. Por completo. Daría lo que fuera por saber hacerlo. Me lo impide mi miedo. Miedo a las heridas. Pero, ¿no es más doloroso aún saber lo que es el amor, tener un recuerdo en la piel, y no poder entregarlo?. Duele mucho cuando soy consciente del daño que hago y me hago. Miedo a las heridas, digo. Miedo al fracaso. Miedo a fallar. ¿A fallar en que? ¿Acaso no soy yo la dueña de mi vida? ¿Y que si me equivoco? Claro, compartir la vida tanto tiempo con alguien que solo te recuerda tus fracasos y que a falta de ellos se los inventa para recordarte que no sirves para nada, acaba anulando tu fuerza, tu ser, tu capacidad de amar. ¿Es esa mi excusa? ¿La excusa de los cobardes? ¿Echarle la culpa a otro de mis heridas? ¿A que esperar para eliminar ese miedo a amar y permitir que me amen, que no me deja encontrar la paz?… es el quiz de la cuestión. Siempre. En todos los asuntos humanos. Está todo claro en la mente, pero es casi imposible llevarlo a cabo. Y vuelvo a lo mismo. No hay tiempo para ocuparse de sobrevivir y vivir al mismo tiempo. La supervivencia nos tiene muy ocupados. Pero esta también es una excusa de perdedores.
         Se trata de fluir. Dejar fluir todo. El amor, el odio, la pena, la alegría…Me encuentro de nuevo encerrada en la burbuja. Mi vieja amiga. Esa burbuja que creí superada hace tantos años. ¿De veras la rompí aquella vez? ¿Qué pasó para que pudiera romperla? Recuperar la autoestima, amor de un hijo, reconocimiento social, estabilidad económica, enamoramiento. Ja! Enamoramiento. Esa si que es buena. Como nos engañan los sentidos. Como nos dejamos engañar. El enamoramiento es solo una ilusión. Es cierto. No es amor para nada. No tiene nada que ver con el amor. Solo se sabe si se ama a una persona si se es capaz de superar esa etapa de enamoramiento y la ilusión se convierte en sentimiento verdadero. Diría que eterno.
Pero para eso habrá que pelear en muchas guerras. Y tienen que haber dos guerreros. Y quien soy yo para hablar de esto, si jamás lo he vivido. En mi camino nunca ha habido dos guerreros. Al final de la cuenta solo quedaron cobardes. Pero a  los cobardes también hay que perdonarles. No se si esta parte la he hecho bien. Hasta ahora creía que si.  Pero en esta etapa en que me encuentro empiezo a dudar de si he sido del todo honesta. Porque el perdón cura, y yo no estoy curada. Es cierto que aún es pronto para cerrar la última herida. Pero ya dudo si las anteriores ya están de verdad cicatrizadas.
Quizá es eso lo que busco y busco y no encuentro. Un guerrero a mi lado. No un héroe. No. Un guerrero que sepa donde esta su debilidad y su fuerza. Un guerrero que tenga la humildad suficiente para reconocer que a veces yo puedo ser más fuerte. Un guerrero que no tenga miedo a compartir conmigo sus derrotas. No quiero que el libre todas las batallas y venga luego a descansar en mi regazo. Quiero un guerrero que cuente conmigo para las luchas. Y un guerrero que con solo mirarme sepa desnudarme y encontrar belleza en mi debilidad.
Y heme aquí, que buscando en mi interior la respuesta a mi bloqueo, termino siempre hablando de amor. Del amor de un hombre. No del amor universal. Que ese es otro. Entonces la respuesta es bien sencilla. En mi mano está rechazar las ilusiones. En mi mano está reconocer al guerrero si llega algún día para no dejarle escapar. En mi mano está encontrar la serenidad y la armonía mientras eso ocurra, si es que ha de ocurrir, para poder amar a las demás personas que se que adoro pero no me sienten. En mi mano está dejar de emplear mi tiempo en buscar algo que no está de mi mano encontrar. Se trata solo de dar y recibir sin esperar resultados. Ni buenos ni malos… Y tener la humildad suficiente para reconocer el verdadero amor...y tener la valentía suficiente para rechazar el simple deseo. Ese deseo porque si que es puro egoísmo y egocentrismo. Un ataque de soberbia inútil y estéril.
El deseo debe estar al servicio del amor, y no al revés. Es la única forma en que ni el deseo ni el amor mueran. Porque ambos son necesarios, imprescindibles. Sin uno no hay otro. Si muere uno, muere el otro. Y al final, el amor, si es que lo hubo, se convierte en algo diferente. Compasión. Pena. Dolor. Miedo. Hasta que acaba apagándose la llama que hubiéramos deseado que fuera eterna.
¿Cómo amamos a nuestros padres? ¿Y a nuestros hijos? ¿Por qué es tan fácil amar a un verdadero amigo? El deseo no existe. El amor es libre. Por eso el auténtico amor de un hombre es tan sublime. Cuando el deseo se pone al servicio del amor y lo alimenta. Cuando el sexo existe solo como existen las risas. Cuando al hacer el amor las almas se funden. Y todo es uno. Amor y deseo. Y al no estar separados también este amor es libre. No es un mito. Realmente he creído vislumbrarlo alguna vez. Por un instante.
Un hermoso y ansiado instante.

Este escrito es un reto. Una forma de enfrentarme al miedo de frente.
Reconocer mi debilidad. Reconocer que alguien estuvo a punto de herirme de muerte y toda mi inteligencia no sirvió para defenderme.
Puede que me equivoque al compartir mi secreto, pero es mi derecho.
La mejor arma, un revulsivo.
Si he llegado viva hasta aquí es porque soy guerrera. No pienso abandonar la batalla.
Y será bueno contarlo a los cuatro vientos. Para que este blog empiece a ser lo que siempre quise que fuera y hasta ahora no me atreví a encarar: una ventana al dolor, al miedo…pero también al amor, la liberación y el triunfo.


Sprinter