sábado, 23 de octubre de 2010

Eva, la primera soñadora



 ¿Qué pasaría si Eva no hubiera mordido la manzana?... ¿Qué ocurriría si el árbol de la ciencia del bien y del mal en realidad no hubiera sido ningún árbol?... ¿A quién, en pleno siglo XXI, le importa la historia de Eva? 
          Tal vez, efectivamente, a nadie, pero la realidad es que los efectos de esa intragable historia aún continúan condicionando la vida de miles de mujeres del planeta. 
          Una historia inventada, lógicamente, por hombres, y que se perpetuó sobre todo a través de los hombres de las iglesias, con el único fin de atemorizar y utilizar durante siglos a la mujer, una historia que la colocó y aún la coloca en un escalón por debajo del hombre.
          La Eva creada por el hombre es una Eva que salió de la costilla de Adán, es decir, un ser incompleto, que durante muchos siglos por no tener no tenía ni alma, y cuando el bondadoso hombre le concedió alma le negó cualquier capacidad mental. Así, si una mujer tenía ideas propias, o tenía una mente más lúcida que los hombres, era inmediatamente condenada, tratada de bruja o sometida a un férreo control por parte de padre, hermanos o esposos.
          Una Eva creada para que el pobrecito de Adán no se sintiera solo, o lo que es lo mismo, un juguete sexual, que al fin y al cabo es como muchos hombres siguen viendo a las mujeres. 
          Una Eva culpable, madre de todas las mujeres, lógicamente culpables, como ella, excusa perfecta para que los machistas sigan ejerciendo un poder absoluto y tirano sobre las mujeres.
          Una Eva “pecadora” que condicionó y marcó, e hizo que las mujeres durante mucho tiempo se lo creyeran y, como consecuencia, vivieran con temor, con culpabilidad, con sumisión…
          Pero, tal vez la historia fue otra…
“Hace muchos miles de años vivían en el bosque distintos grupos de simios. Eran unos grupos pequeños y organizados donde todos cuidaban de todos.
En uno de estos grupos había una hembra distinta a todas los demás.
La pequeña siempre había sido diferente, todos los sabían y todos la habían aceptado porque sus conocimientos habían provocado cambios importantes en los hábitos cotidianos del grupo, cambios que les habían hecho mejorar. 
Por eso nadie se extrañó cuando un día los reunió a todos y les pidió que la siguieran sin preguntar nada, sólo que confiaran en ella. Y así lo hicieron, y así fue como Eva les condujo fuera del bosque, a un lugar donde hasta entonces nadie se había atrevido a llegar. El grupo tuvo que enfrentarse a nuevos obstáculos, pero Eva sabía cómo debían hacerles frente, y sin apenas darse cuenta, esas dificultades fueron haciendo que todo cambiase, que se les abriesen nuevos espacios en sus incipientes mentes, que empezasen a pensar.
           Pero lo que nadie sabía era que Eva, desde niña, tenía sueños. Sueños donde aprendía a utilizar nuevos objetos. Sueños donde veía hacia donde tenía que dirigirse para obtener mejores alimentos. 
           Por eso, unas noches antes de emprender el viaje, había tenido un sueño, un sueño donde había visto a su gente caminar en el suelo, no por los árboles. Y por primera vez pudo contemplar un paisaje tan amplio que su vista no alcanzaba a ver su final. Un paisaje en el que casi no había ningún árbol y la hierba, que en el bosque era pequeña, llegaba a cubrirla a ella y a los demás.
Pero Eva contempló algo que la dejó fascinada: todos los miembros de su tribu habían cambiado, caminaban erguidos, y Eva comprendió que eso era el principio, el principio de un nuevo tiempo, el principio de un cambio que les llevaría a lugares lejanos, a experiencias inimaginables”.
            Eva, la primera soñadora, nuestra madre, era una hembra que amaba a los suyos, una líder que los cuidaba y conducía siempre por lo mejor. Era inteligente y despierta. Le gustaban las situaciones difíciles, los retos, y no se detenía ante nada porque sabía que la respuesta estaba en su interior.
Nosotras, las descendientes de Eva, debemos ahora elegir qué madre queremos. Podemos ser la Eva creada por el hombre y asumir ser la otra costilla, y vivir siempre bajo las limitaciones, la inercia, las comodidades. 
Ser esa Eva sumisa, pasiva, superficial. Esa Eva enamorada de sí misma que se pasa el día preocupada de sí misma, de su imagen, de sus amores, envidias, etc. O, por el contrario, nos reconocemos descendientes de la verdadera Eva, una Eva comprometida con todo lo que la rodea.
Una Eva que no es pasiva ante nada en la vida. Que quiere crecer, conocer, superarse. 
Una Eva que no espera, sino que actúa. Que no dice, sino que hace. 
Una Eva que lucha por las cosas importantes de la vida. 
Una Eva que sabe que todos los derechos que las mujeres disfrutan ahora son el fruto del sacrificio de muchas otras mujeres que se negaron a ser mujeres objeto, a aceptar las injusticias, las desigualdades, el silencio.
Una Eva que sabe tanto del valor del sacrificio, de la dignidad, de la valentía, como de la sensibilidad y de la ternura.
Una Eva valiente, fuerte, segura y decidida.
Cada una elige…
Revista Fusión-ELENA G. GÓMEZ

martes, 12 de octubre de 2010

12 de Octubre: nada que festejar.


“…Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”.
Desmond Tutu.
12 de Octubre, NADA QUE FESTEJAR.
http://www.ecoportal.net/content/view/full/73295


         
Hace unos días leía un post de un amigo acerca de las momias guanches. Al intentar escribir un comentario a su entrada, sin querer empezaron a salirme muchas cosas que llevo guardadas dentro. (Todavía hay mucho tabú y hoy, más que nunca, parece un tema muy delicado). Al mismo tiempo,  no pude evitar entrelazar el tema con la celebración del 12 de Octubre. Llevo años preguntándome para qué este día:
Se da por sentado que ya no queda ningún guanche puro. Incluso durante muchísimos años se nos intentó hacer creer que ya no quedaban genes aborígenes entre nosotros. Sin embargo,  gracias a los avances, los nuevos estudios en genética han podido demostrar que más de la mitad de los actuales canarios son portadores de genes de los originales habitantes de las islas, y por lo tanto, descendientes de ellos. Les cuento esto, porque creo que es vital para todos los pueblos saber cual es su origen. Para quienes saben que en sus genes llevan la mezcla de muchos pueblos que se han sucedido en su territorio a lo largo de miles de años, esta reivindicación de la raza les resulta inentendible e incluso retrógrada a estas alturas de SU historia…pero para quienes nuestra historia se remonta a tan solo 500 años (porque lo anterior "no cuenta", es prehistoria) y hemos sufrido en nuestra piel el escepticismo, y muchas veces la burla y el desprecio, de quienes desacreditan la continuidad de nuestra estirpe, basándose en no se que tipo de inferioridad, que lo único que consigue es avivar aún más nuestro orgullo, este punto, la conservación de los orígenes, es primordial para preservar nuestra identidad. ¿Y qué es de un pueblo, un mundo, un clan, sin identidad?
         Cuando se expone este tema en un foro, invariablemente hay quien saca a relucir el tema xenófobo, como si reivindicar el derecho a pertenecer a cierta raza y cultura, fuera directamente en contra de lo acaecido en esta tierra durante y después de la conquista, y en contra también de los invasores y sus descendientes. Estoy segura de que, como yo, existe muchísima gente en estas islas que tiene alma guanche. Y esto, ni va en contra de otros pueblos y razas que se han instalado – y lo siguen haciendo hoy día- en nuestras islas, ni trata de reavivar ningún tipo de sentimiento excluyente o racista. Sabemos que nos hemos mezclado, pero también sabemos de donde venimos y lo que fluye por nuestra sangre. Se trata sólo del derecho a honrar a nuestros antepasados y  poder sentir orgullo de nuestra cuna sin tener que justificar este sentimiento.
Y es aquí donde no puedo evitar enlazar este tema con la celebración del día del descubrimiento de América, que, por otro lado, para quien aún no lo sepa, o padezca de amnesia, he de recordar que durante muchísimo tiempo se llamó el “día de la raza”...precisamente...(la raza hispánica). Canarias fue el campo de prácticas para lo que luego sería la conquista de América. Y aunque aquí la historia ha fluido por derroteros en gran parte diferentes al continente americano, solo reivindico, desde este pequeño sitio, que se haga justicia a las luchas de tantos pueblos que fueron y siguen siendo expoliados alrededor de todo el planeta, sólo por el hecho de vivir en lugares donde la Tierra ofrece algo que otros codician. Sólo por el hecho de ser diferentes y empeñarse en proteger su cultura y su entorno.
Supongo que ya está asimilado en la mayoría de los casos lo ocurrido a partir del 12 de Octubre de 1492 (un poco antes en el caso de Canarias) y es por esto que siempre me ha parecido, cuando menos, lamentable, que aún sigamos “celebrando” el día de la “Raza”…”esa festividad en homenaje a España, progenitora de naciones, a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos afirmar y mantener con jubiloso reconocimiento”(Decreto de 10 de Enero de 1958). Con la llegada de la democracia en España, se ha intentado cambiar el sentido de esta fiesta. Se supone que se celebra que compartimos una cultura y un idioma con América.  En mi opinión, no creo que para esto se necesite una fiesta nacional, y mucho menos utilizar el 12 de Octubre como excusa. Hay demasiadas contradicciones en esta fecha: si de verdad creemos que ya nos hemos mezclado lo suficiente, que es el destino de nuestro mundo que esto siga siendo así, que podemos ser tolerantes con las tradiciones, culturas, color de piel de otras gentes, deberíamos buscar una fecha para esto precisamente. Una fecha mucho más integradora y que no suponga un agravio para nadie.
Mi hijo se siente guanche. Quiere saber más sobre sus ancestros, pero sabe que este mundo debería construirse sin fronteras. Sólo se pide respeto por los antepasados y por el empeño en seguir conservando este sentimiento, por los siglos de los siglos...
Ahul!